Esta deuda ecológica tiene una de sus expresiones en la
pérdida de fertilidad de los suelos en la periferia. Por ejemplo, la
explotación maderera para liberar tierras para otros usos (mayoritariamente
ganaderos y agrícolas) o para su exportación, está íntimamente ligada a los
procesos de pérdida de suelo fértil en las selvas templadas. Otra causa
paradigmática de pérdida de fertilidad del suelo es la sobre explotación agrícola y ganadera, una intensificación que al final conduce a la pérdida de
fertilidad del suelo.
Pero el capitalismo predador en el que vivimos a escala
internacional también impulsa una creciente movilidad motorizada y un enorme
consumo energético, dos de las principales causas del cambio climático, el cual
incide también en la desertificación a nivel global. Las predicciones sobre la
evolución del clima apuntan a un aumento de los fenómenos meteorológicos
extremos como sequías o lluvias torrenciales y una menor disponibilidad de agua
dulce en muchas regiones del planeta, lo que agravará una gestión del agua ya
insostenible en muchos territorios. Consecuencias: el agotamiento de acuíferos,
la eliminación de caudales circulantes y la degradación de humedales.
Por último, el proceso de urbanización descrito para el
Estado español también tiene su correlato a nivel mundial, con idénticas
consecuencias nefastas para el suelo.
Según el Fida (2010). Con la excepción de la Antártida,
ningún continente es inmune a la desertificación. El problema es especialmente
grave en África, que alberga el 37 por ciento de las zonas áridas del planeta.
Aproximadamente el 66 por ciento de su superficie está formada por desiertos o
tierras secas. Los efectos de la desertificación también son graves en Asia,
que contiene el 33 por ciento de las zonas áridas del mundo.
Entre las zonas degradadas figuran las dunas de la
República Árabe Siria, la ladera empinada de las montañas de Nepal, los
desiertos de Australia y las tierras alta deforestadas de la República
Democrática Popular Lao. En América hay desiertos que se extienden desde el sur
del Ecuador por toda la costa del Perú hasta el norte de Chile. En Europa, la
desertificación afecta a España, Italia, Portugal y Turquía. Los efectos de la
desertificación se dejan sentir con frecuencia en lugares muy alejados de las regiones
donde esta se originó. Las partículas en suspensión en el aire influyen en la
formación de nubes y el régimen de lluvias. Las tormentas de polvo del desierto
de Gobi afectan a la visibilidad en Beijing. El polvo del Sáhara ha sido el
origen de problemas respiratorios en América del Norte y ha afectado a los
arrecifes del Caribe.
Según la UNEP la degradación de la tierra y, en su punto
extremo, la desertificación continúan siendo las cuestiones ambientales más
significativas en Asia Occidental (CAMRE, UNEP y ACSAD 1996), especialmente en
países donde el sector agrícola realiza un aporte considerable a la economía
nacional. Existe un vasto desierto en la región que comprende del 10 por ciento
en Siria a casi el 100 por ciento en Bahrein, Kuwait, Qatar y los Emiratos
Árabes Unidos. La desertificación afectó también a las extensas zonas de
pastizales en Iraq, Jordania, Siria y los países de la Península Arábiga. Entre
las causas se encuentra una combinación de clima, altos índices de crecimiento
demográfico y agricultura intensiva. La pobreza y las políticas gubernamentales
inadecuadas agravan el problema.
En mi opinión, se expresan muy bien las condiciones desérticas del mundo en general y sus causas. Es importante destacar que algunas actividades de los seres humanos tales como la agricultura, la deforestación y algunas actividades industriales afectan el clima y por ende, crean más desertificación. Hay que tomar medidas inmediatas para disminuir los impactos tan negativos que nosotros creamos en el medio ambiente, ya que lo que hacemos en un lugar del mundo afecta a todo el mundo, en algunas zonas más y en algunas menos. Especialmente, en África donde hay índices de pobreza tan altos y de males condiciones de vida en donde el clima juega una gran papel en esta situación de vida.
ResponderEliminarBioleta Contreras
ResponderEliminarMi opinión sobre el artículo “Aumento de la desertificación en el mundo”
Después de analizar este artículo, me doy cuenta de que la desertificación no es simplemente un problema ambiental aislado, sino el resultado directo de la manera en que la humanidad, especialmente bajo el modelo económico global actual, está utilizando los recursos naturales. Lo que más me llamó la atención es cómo el autor relaciona este fenómeno con la globalización económica y con la idea de una deuda ecológica del Norte hacia el Sur. Esto refleja una realidad que muchas veces se ignora: los países que más consumen no son necesariamente los que soportan los daños ambientales más graves.
El texto también muestra claramente que la pérdida de fertilidad del suelo no es algo que ocurre por casualidad. Está vinculada a prácticas como la deforestación, la explotación intensiva de la agricultura y la ganadería, y el uso excesivo de los recursos hídricos. Todo esto no solo degrada el suelo, sino que afecta el clima, provoca sequías, eleva las temperaturas y aumenta los fenómenos extremos. Es como un ciclo de daño que se retroalimenta constantemente.
Me impactó particularmente la idea de que ningún continente está libre de la desertificación. Pensar que desde África y Asia hasta Europa y América se están viviendo consecuencias tan severas es una señal de alarma que debería movilizarnos a todos. El polvo del Sahara afectando la salud en América del Norte o las tormentas de Gobi influyendo en la nubosidad en Beijing demuestra que lo que pasa en un lugar del planeta afecta a todos, aunque estemos a miles de kilómetros.
Además, el artículo deja claro que la desertificación no solo es un problema ambiental, sino también social y económico. Las regiones más afectadas suelen ser las más pobres, donde la gente depende directamente de la tierra para vivir. Eso significa que la degradación del suelo profundiza la pobreza, aumenta la migración forzada y perjudica la estabilidad de comunidades enteras.
En mi opinión, leer este artículo es como una advertencia: la desertificación no es un “problema futuro”, sino una realidad que ya está ocurriendo y que continuará empeorando si no cambiamos nuestra forma de producir, consumir y relacionarnos con el ambiente. Creo que esto debería motivarnos, desde nuestras comunidades, a promover prácticas más responsables como cuidar el agua, evitar quemas, proteger la vegetación, apoyar la reforestación y educar a otros sobre esta problemática.
En definitiva, el artículo nos invita a reflexionar sobre nuestro impacto en el planeta y sobre la urgencia de actuar. La desertificación no avanza sola; avanza porque la humanidad se lo permite. Y así como somos parte del problema, también podemos ser parte de la solución.
Para evitar la desertificación en mi comunidad, puedo cuidar el suelo, no botar basura, usar el agua con conciencia y sembrar árboles. También puedo motivar a mis vecinos a proteger las áreas verdes y participar en jornadas de limpieza y reforestación.
ResponderEliminarSi desaparecen todos los árboles de una región, el clima se vuelve más seco, el suelo se daña, los animales pierden su hogar y la zona puede convertirse en un desierto.
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